La biopolítica, un concepto introducido por el filósofo Michel Foucault, hace referencia a las formas en las que los sistemas políticos y sociales regulan la vida de los individuos, no solo a través de la legislación directa, sino también mediante prácticas discursivas y tecnológicas que influyen en la salud, el comportamiento y las emociones. Este fenómeno, lejos de ser un tema exclusivo de la política o la salud pública, se ha expandido a otros ámbitos, entre ellos el bienestar, que ahora se ve profundamente influenciado por las tecnologías modernas. En este artículo, analizaremos cómo la biopolítica de la mente, reforzada por las tecnologías digitales, está moldeando el concepto de bienestar, y de qué manera este proceso puede ser tanto liberador como opresivo. Estate atento y reflexiona.
Bienestar y Biopolítica: El Control sobre el Cuerpo y la Mente
El bienestar es un concepto que se refiere al estado de salud y equilibrio tanto biopsicosocial como emocional. En la sociedad contemporánea, sin embargo, el bienestar ya no es solo una cuestión personal o subjetiva; se ha convertido en un dispositivo de control social, gestionado no solo por los gobiernos, sino también por corporaciones y sistemas tecnológicos, con el beneplácito de la ciencia. El bienestar, en su forma más moderna, es un concepto normativo que dicta qué es «saludable» o «deseable», y quién tiene derecho a acceder a estas condiciones. Decidiendo que estándares son los que se consideran factores o componentes del bienestar, se decide que otros no lo son. Tambien cuando medimos el bienestar en que contextos y excluimos el otro, estamos mostrando un sesgo de inferencia que es parte de la biopolítica del poder.
A través de políticas de salud pública, estrategias corporativas y prácticas sociales, el bienestar se ha instrumentalizado como una forma de biopoder. Ya no basta con que los individuos sean simplemente saludables: deben adherir a una serie de estándares de bienestar que incluyen la forma física, el nivel de productividad y la regulación emocional y formas de salud mental. Esto crea una norma social que no solo busca la salud física, sino también el control sobre la salud mental y emocional, a menudo influenciada por la percepción colectiva de lo que es un «cuerpo ideal» o una «mente sana«.
El Bienestar como Herramienta de Normalización
La biopolítica del bienestar se manifiesta en la forma en que las personas se ven obligadas a cumplir con ciertos estándares predefinidos. No solo se trata de mantener una vida sana, sino de «optimizar» el cuerpo y la mente según las normativas sociales. Este proceso se ha institucionalizado a través de los medios de comunicación, la publicidad y la tecnología, que continuamente imponen un modelo de bienestar accesible solo para aquellos con los recursos necesarios. Los productos y servicios de bienestar, como las aplicaciones de fitness, las dietas de moda y los dispositivos de salud, no solo buscan mejorar la salud, sino también conformar las prácticas y pensamientos de los individuos, ajustándolos a un molde normativo.
En este contexto, la biopolítica no se limita solo al control físico, sino que se extiende a la mente, al comportamiento y las emociones. Las personas, en lugar de ser dirigidas por el estado de manera explícita, son inducidas a seguir ciertas expectativas a través de la presión social y la autogestión. Los individuos se sienten responsables de mantener su bienestar, y este imperativo de autogestión lleva consigo la internalización de las normas de bienestar impuestas por las instituciones sociales, las empresas de tecnología y la ciencia. Ellas deciden que individuo tiene bienestar y cual carece del mismo, atendiendo a unas prefijadas previamente.
Tecnología y Biopolítica de la Mente: Instrumentalización del Bienestar
La biopolítica de la mente, respaldada por la tecnología, se ha convertido en una forma aún más sutil de control. Las tecnologías de monitoreo personal, como las aplicaciones de salud mental y los dispositivos portátiles que miden el ejercicio, el sueño y otros aspectos de la vida diaria, proporcionan retroalimentación constante sobre el estado físico y emocional de los individuos. Esto ha llevado a la creación de un sistema de auto-vigilancia en el que las personas no solo se sienten responsables de su bienestar físico, sino también de su salud mental y emocional, guiados por las métricas tecnológicas que definen lo que es «normal» o «óptimo». Alejandose de la VIDA, nuestro bienestar tiene que ver con los otros, con un constructo relacional, que este modelo ignora por completo.
Estas tecnologías, lejos de empoderar al individuo, también refuerzan una forma de control biopolítico. Las empresas y los laboratorios que desarrollan estas herramientas recopilan datos personales, los cuales pueden ser utilizados para crear perfiles de comportamiento y emocionales, influyendo en las decisiones tanto personales como políticas. La tecnología no solo regula el cuerpo y la mente, sino que también establece nuevos mecanismos de control social, donde los individuos se sienten presionados a cumplir con los estándares de bienestar predefinidos, a riesgo de ser excluidos del sistema si no lo cumplen.
Además, la constante retroalimentación de datos no solo refuerza el poder de la tecnología, sino que convierte el bienestar del sujeto en un objetivo cuantificable. Este proceso deshumaniza al individuo, quien deja de ser una persona con necesidades y deseos particulares para convertirse en un objeto de medición constante, sujeto a las normativas del bienestar digital. La idea de bienestar se convierte en una mercancía que puede ser optimizada y vendida, donde el control sobre la salud mental y emocional es ejercido por actores fuera del alcance de los individuos.
La Responsabilidad Individual: Neoliberalismo y Autogestión del Bienestar
En las sociedades neoliberales, la responsabilidad del bienestar se ha transferido de un estado que cuidaba- en el buen sentido – a los individuos. No es suficiente con que el estado o las instituciones proporcionen los medios para una vida saludable; ahora se espera que cada persona sea responsable de su propio bienestar, desde su salud física hasta su estado emocional. Esta ideología de autogestión, si bien en principio parece empoderadora, es en realidad una forma de biopoder que coloca una carga sobre el individuo para que cumpla con expectativas que no siempre son alcanzables, ni justas.
El bienestar, por lo tanto, se convierte en un imperativo moral y de autovigilancia. Las personas internalizan las normas de bienestar, sienten la presión de optimizar sus cuerpos y mentes para cumplir con los estándares impuestos por la sociedad. Esto no solo tiene un impacto en la salud mental de las personas, sino que también alimenta las desigualdades sociales. Aquellos que no tienen acceso a los recursos necesarios para cumplir con estos estándares son excluidos y estigmatizados.
En mi trabajo lo he visto muchísimo, como este concepto del bienestar como parte de un capitalismo tecnológico se alimenta de los mismos grupos que generan las guerras. El 4 % de la población mundial, cree poder determinar cuales son los estándares que debe de tener el bienestar, ignorando al otro 96%. Es esto realmente bienestar o masbien una forma de control biopolitico
Una Reflexión Crítica sobre la Biopolítica del Bienestar
La biopolítica aplicada al bienestar, especialmente en su versión digital y tecnológica, está transformando radicalmente la manera en que las sociedades entienden y gestionan la salud física y emocional. Si bien las tecnologías del bienestar prometen empoderar a los individuos para alcanzar una vida más saludable, en realidad están reforzando mecanismos de control social que definen lo que es «normal», «saludable» y «deseable». En lugar de liberar a las personas, estas tecnologías las someten a un sistema de auto-vigilancia que perpetúa las normas impuestas por una élite corporativa y política.
Es esencial adoptar una mirada crítica hacia la biopolítica del bienestar, cuestionando quién define lo que es saludable y quién tiene acceso a esas definiciones. El bienestar debe ser visto no solo como un conjunto de prácticas individuales y comunitarias diversas , sino como un concepto profundamente social y político, moldeado por las fuerzas de poder que regulan tanto los cuerpos como las mentes de los individuos.
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