El Arte de Recordar la Naturaleza: Biofilia, Emoción y Despertar Epistémico
Por Koncha Pinós – Investigadora en neuroestética y fundadora de The WellbeingPlanet
¿Qué pasaría si una pintura pudiera despertar un conocimiento que permanece dormido en el cuerpo? ¿Y si las experiencias estéticas inspiradas en la naturaleza no fueran solo bellas, sino también cognitivamente transformadoras? Estas preguntas están en el centro de Biofilia y Arte: Junglas y Bosques, una exposición internacional que he creado junto al artista colombiano Duván López, y que actualmente recorre 12 países.
La exposición trae la selva al corazón de las ciudades: a galerías, museos y espacios donde muchos visitantes jamás han visto ni tocado la naturaleza salvaje. Y, sin embargo, responden como si algo ancestral se reactivara en su interior.
Un Arte que No Representa la Selva: la Reproduce Dentro de Nosotros
En sus dos primeras ediciones, en Emiratos Árabes Unidos y España, la exposición fue visitada por miles de personas. Observamos algo extraordinario: visitantes que entraban en un estado de quietud contemplativa, o que se dejaban llevar por estallidos espontáneos de emoción y memoria. Una persona dijo:
“Nunca he estado en una selva, pero siento que acabo de perder una.”
Esa frase revela algo más que una respuesta poética. Refleja lo que en psicología se denomina emociones epistémicas: sentimientos que surgen en el proceso de conocer—curiosidad, asombro, comprensión, maravilla—pero también confusión productiva o anhelo. No son efectos secundarios: son activadores cognitivos.
La selva, tal como la recrean los trazos de Duván, no es solo un objeto de placer estético, sino un agente epistémico: genera nuevas configuraciones cognitivas y afectivas en quien la contempla. La selva se siente—y por tanto se conoce—de un modo que pasa por los sentidos, la respiración, el pulso, más que por el razonamiento verbal.
Placer Estético y el Impulso de Conocer
La neurociencia contemporánea nos dice que el placer estético no está separado de la búsqueda de sentido. El cerebro nos recompensa cuando resolvemos un enigma, cuando damos coherencia a patrones ambiguos, cuando encontramos orden en la complejidad. Esto es especialmente cierto cuando la belleza está impregnada de misterio.
En nuestro proyecto no medimos solo reacciones: observamos cómo cambia la atención, cómo las microexpresionesfaciales revelan variaciones emocionales, cómo el tono y ritmo del habla se alteran al describir la experiencia. Los hallazgos preliminares indican que contemplar estas obras de selvas activa sistemas neuronales relacionados con la recompensa y la exploración—los mismos que se activan al aprender, descubrir o transformarse emocionalmente.
Esto coincide con teorías como el procesamiento predictivo y la fluidez de procesamiento, pero también con intuiciones antiguas: la belleza tiene el poder de revelar la verdad, no solo de complacer los sentidos.
El Papel de la Biofilia en el Conocimiento y la Sanación
La biofilia no es solo un término poético. Describe nuestra afinidad biológica innata con los sistemas vivos—una conexión que la modernidad ha ido debilitando. En nuestro estudio, encontramos que el arte inspirado en la naturaleza puede reavivar esa conexión y hacer visible lo que se había vuelto invisible.
Personas que jamás habían estado en una selva reportaron respuestas emocionales profundas:
Estas respuestas no son solo emocionales: son impulsos epistémicos, deseos de explorar, de recordar, de integrar. Y aquí es donde el arte y la ciencia deben encontrarse—en ese lugar donde la emoción se convierte en un vector del conocimiento.
Recuperar la Selva Interior
Nuestra sociedad está saturada de información, pero hambrienta de sentido. En este contexto, el papel del arte—especialmente el arte biofílico—no es simplemente mostrar, sino iniciar. La selva, en este sentido, no es solo un tema, es una maestra.
Mientras la exposición viaja a América Latina, Asia y Europa, seguimos recolectando datos y testimonios, entrelazando lo poético con lo empírico, lo visual con lo cognitivo. No preguntamos solo qué ven las personas, sino qué cambia en ellastras la experiencia.
Muchas nos dicen que ahora desean visitar selvas reales, proteger ecosistemas en peligro, educar a sus hijos de otra manera. Y, sobre todo, hablan de una sensación difícil de explicar pero imposible de negar:
“Es como si hubiera recordado algo que olvidé que alguna vez supe.”
Hacia una Epistemología de la Belleza
Estamos en un punto de inflexión en la forma de entender el conocimiento. Durante décadas se ha asociado con la lógica, la abstracción, los procesos mentales desarraigados del cuerpo. Pero ahora sabemos que las experiencias sensoriales, afectivas y corporales juegan un papel central en la construcción de la realidad.
El arte biofílico—arraigado en formas naturales, memoria viva e intencionalidad estética—ofrece una puerta de entrada a este nuevo paradigma. Activa emociones epistémicas, no como efectos colaterales, sino como caminos hacia la sabiduría.
En tiempos de ansiedad climática, duelo ecológico y saturación digital, necesitamos más que datos: necesitamos experiencias que toquen el alma y despierten la mente.
El arte, cuando nace de la naturaleza, se convierte en esa experiencia. No en entretenimiento, sino en iniciación. No en escape, sino en regreso.
Reflexión Final
En Biofilia y Arte, la selva no es una imagen. Es un espejo. Refleja nuestra capacidad de sentir, de conocer, de pertenecer. Y en ese reflejo, recordamos que la belleza no es pasiva: es transformadora.
No somos solo espectadores del bosque.
Somos parte de él.
Y a través del arte, comenzamos a recordar.
Estos últimos ocho años me han llevado a reflexionar profundamente sobre la correlación clara entre prescribir naturaleza y prescribir arte como claves fundamentales para el bienestar humano. Esta intuición—nacida de la práctica contemplativa, la evidencia científica y la observación neuroestética—es ahora el fundamento de mi nuevo libro, Biofiliaand Art, que será presentado el próximo 28 de mayo en Barcelona, en el marco de Biocultura 2025.
Allí también presentaremos una gran instalación inmersiva: un Cubo Biofílico, diseñado para ser vivido por más de 50.000 personas, que ofrece una experiencia sensorial y cognitiva única para reconectar con la dimensión viva de la naturaleza a través del arte.
Este trabajo está respaldado por un artículo científico, ya revisado por pares, que detalla los efectos neurológicos, emocionales y atencionales del arte biofílico en poblaciones diversas.
Invito con entusiasmo a colegas, investigadores, educadores, curadores y profesionales de la salud a colaborar, debatir y expandir este campo emergente. Juntos podemos explorar cómo la belleza se convierte en conocimiento y cómo el arte se transforma en una medicina para la mente ecológica.
Nos vemos en
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