Espacios biofílicos, arquetipos y el retorno a lo natural

Por Koncha Pinós

“La psique no es producto del cerebro, sino una manifestación del alma del mundo.”
— C. G. Jung

Vivimos en ciudades cada vez más grises, en entornos diseñados para la productividad, la velocidad y la eficiencia. Pero el alma humana —como intuía Carl Gustav Jung— no florece entre el concreto y la prisa. Necesita símbolos, naturaleza, sombra y luz. Necesita un espacio donde habitarse.

Hoy, en diálogo entre la psicología profunda y el diseño biofílico, emerge una posibilidad: crear lugares donde el alma pueda reconocerse. Espacios arquitectónicos inspirados en los ritmos de la naturaleza, los arquetipos del inconsciente y la necesidad humana de sentido. Este artículo propone una lectura junguiana del diseño biofílico: una arquitectura del alma, donde lo exterior y lo interior se espejan.

Jung y la naturaleza como símbolo psíquico

Para Jung, la naturaleza no era solo un entorno físico, sino un espejo del inconsciente colectivo. Elementos como el árbol, el agua, la montaña, la cueva o el fuego representaban estructuras simbólicas profundas: arquetipos universales que habitan la psique humana desde tiempos ancestrales.

El árbol, por ejemplo, simboliza el eje del mundo (axis mundi), el crecimiento del ser, la conexión entre cielo y tierra.
La cueva representa la matriz, el refugio del alma, el útero arquetípico donde ocurre la transformación.
El agua es la emoción, lo inconsciente, la energía de lo femenino y lo receptivo.

Estos símbolos no son “decoraciones mentales”. Son experiencias encarnadas, que pueden ser evocadas espacialmente a través del diseño: un tragaluz como fuente de iluminación divina, un patio cerrado como útero protector, un jardín vertical como crecimiento interior.

Diseño biofílico: arquitectura del alma

El diseño biofílico no es solo la inclusión de plantas en un edificio. Es una filosofía que entiende que el ser humano necesita sentirse parte del mundo natural para autorregular su mente, cuerpo y emociones.

Desde la psicología, se ha demostrado que los espacios con naturaleza disminuyen la ansiedad, mejoran la atención y despiertan la creatividad. Pero desde la psicología profunda, el efecto es aún más radical: nos devuelven a nuestra verdad arquetípica.

Diseñar biofílicamente significa:

Recuperar la textura de lo vivo: madera, piedra, agua en movimiento.
Crear espacios de transición: umbrales simbólicos que nos invitan al cambio.
Invocar formas orgánicas y geométricas sagradas: la espiral, el mandala, el círculo como símbolo del sí-mismo.

En estos espacios, no solo descansamos: recordamos. Algo en nosotros reconoce el lenguaje simbólico de la vida.

El arquetipo del hogar interior

Para Jung, uno de los arquetipos más poderosos es el hogar: no como estructura física, sino como representación del alma integrada. La casa de los sueños junguianos suele tener sótanos (el inconsciente), habitaciones ocultas (potenciales no explorados), jardines (la vitalidad) y torres (la conexión espiritual).

Un diseño consciente puede encarnar este arquetipo:

Un jardín interior representa la vida psíquica fértil.
Una fuente central es símbolo de purificación y centro del ser.
Un espacio abierto bajo el cielo es un recordatorio del espíritu.

Al habitar estas arquitecturas simbólicas, el individuo entra en contacto consigo mismo. No se trata de estética, sino de transformación.

Luz y sombra: arquitectura del inconsciente

La teoría de la sombra en Jung es clave para entender el diseño del alma. Aquello que no vemos —lo negado, lo reprimido, lo olvidado— forma parte de nuestra estructura psíquica. Del mismo modo, los espacios tienen luces y sombras, zonas visibles y otras ocultas.

Un buen diseño no elimina la sombra: la integra.

Una galería con claroscuro evoca la ambigüedad del ser.
Un rincón de silencio y penumbra puede ser tan sanador como un ventanal.
Un laberinto vegetal invita al descenso simbólico.

La arquitectura junguiana no es transparente: es simbólica. Crea recorridos que replican el viaje del héroe, la travesía de la individuación.

El jardín como imagen del alma

Para Jung, el jardín era uno de los símbolos más ricos del alma cultivada. En muchas culturas, el jardín representa el Paraíso, el centro del mundo, el lugar donde lo humano y lo divino se encuentran.

En términos de diseño, esto se traduce en espacios que no solo contienen vida vegetal, sino que invitan a una vivencia sagrada:

Caminos que no llevan a ninguna parte, sino a la contemplación.
Aromas que despiertan la memoria emocional.
Bancos en los que sentarse a estar.

El jardín biofílico no es un adorno. Es una extensión del alma que florece.

Espacios para la individuación

El proceso de individuación, según Jung, es el viaje hacia la totalidad. No se trata de ser perfecto, sino de ser uno mismo en plenitud. Para ello, el entorno tiene un papel crucial.

Un espacio de retiro no es solo una habitación: es un contenedor simbólico del alma en proceso.
Una clínica no es solo un lugar de diagnóstico, sino un umbral hacia la integración.
Un museo, si está bien diseñado, puede ser un templo de revelación psíquica.

Los espacios que favorecen la individuación son aquellos que permiten silencio, profundidad, y una relación rica con los símbolos. El diseño del alma es, en este sentido, una arquitectura psicoespiritual.

Habitarse en lo vivo

Jung no fue arquitecto, pero sus ideas han transformado nuestra forma de entender el habitar. Hoy, frente a una crisis ecológica, psicológica y espiritual, el diseño biofílico nos ofrece una vía concreta para reconectar con el alma del mundo.

No se trata solo de embellecer espacios. Se trata de crear entornos donde el alma se sienta a salvo, vista, despertada.

Porque como decía Jung, no se cura la mente sin tocar el alma. Y el alma se expresa a través del símbolo, del mito… y del lugar.

Referencias

Jung, C. G. (1964). El hombre y sus símbolos.
Jung, C. G. (1951). Aion: Estudios sobre el simbolismo del sí-mismo.
Kellert, S. (2015). Nature by Design: The Practice of Biophilic Design.
Kaplan, R. & Kaplan, S. (1989). The Experience of Nature.
Alexander, C. (1977). A Pattern Language.

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