Si hay un nombre que resuena como el eco de la curiosidad infinita, es el de Leonardo da Vinci. Maestro de la pintura, inventor, anatomista, arquitecto y poeta, Leonardo no solo buscó comprender el cuerpo humano o los misterios del vuelo: su pasión profunda fue descifrar los secretos de la naturaleza.
Entre sus incontables estudios, los árboles ocuparon un lugar de excepción.

Para Leonardo, un árbol no era solo un objeto del paisaje, sino un ser vivo dotado de leyes internas, de ritmos secretos que imitaban el pulso de la vida misma.
En su cuaderno de notas, encontramos decenas de bocetos de ramas, copas, raíces y hojas, analizadas con la precisión de un botánico y la devoción de un poeta.

La Geometría Viva de los Árboles

Una de las observaciones más famosas de Leonardo es la llamada “Regla de la Ramificación”:

“Todos los ramos de un árbol a cualquier altura, cuando se suman en conjunto, tienen el mismo grosor que el tronco principal.”

Esta intuición extraordinaria revela no solo su mirada científica, sino su profunda conexión biofílica con la naturaleza: entender que el crecimiento no es arbitrario, sino armónico.
Cada árbol, en su mente, era un poema matemático escrito en el lenguaje de la vida.

Leonardo percibía los árboles como organismos inteligentes, capaces de distribuir su energía, de dialogar con el viento, la luz y la tierra, anticipándose así a conceptos modernos de ecología y biomimética.

Árboles, arte y contemplación

En sus pinturas —La Gioconda, La Virgen de las Rocas, San Juan Bautista— los árboles no son meros fondos.
Son presencias vivas, portadores de un misterio que abraza y sostiene a los personajes.
Leonardo sabía que para retratar el alma humana, era necesario entender primero el alma vegetal.

Sus estudios de cómo la luz filtra a través de las hojas, de cómo las raíces se hunden buscando el agua, de cómo las ramas siguen una proporción dorada, no eran ejercicios técnicos:
eran actos de comunión.

Leonardo y la Biofilia: Una intuición adelantada

La idea de biofilia, definida hoy como el amor innato hacia la naturaleza, tiene en Leonardo uno de sus precursores intuitivos.
No concebía el arte separado de la vida natural, ni la ciencia separada de la admiración.

“La naturaleza es la fuente de todo conocimiento verdadero.” – Leonardo da Vinci

Esta visión, donde pensar, crear y sentir surgen del contacto profundo con la naturaleza, es más urgente que nunca en nuestro tiempo.

Un legado vivo

Contemplar hoy los árboles con la mirada de Leonardo nos invita a reaprender a observar, a sentir la estructura oculta de la vida y a reconectar con aquello que somos:
seres tejidos de la misma savia que corre por el interior de cada tronco.

Leonardo da Vinci sigue recordándonos, siglos después, que la belleza no es un lujo ni un adorno:
es una función esencial de la vida.


Biofilia y arte se entrelazan en su legado como ramas que buscan la luz eterna.

Diplomado en Ecopsicología y Terapias basadas en la Naturaleza (2 años)

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